martes, 28 de julio de 2015

Ardid

“Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles:
 un animal viviente y además capaz de una existencia política;
el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente”.
-Michel Foucault

Es verdad, el análisis del autor de la frase con la que inicio este texto coincide indiscutiblemente con los hechos de las últimas semanas, meses, años, décadas y siglos en un país como éste o cualquier otro del globo terráqueo.
            Si lo pensamos más detenidamente, la vida ha sido en los últimos tiempos el propósito y finalidad de las luchas políticas. Tan sólo en México, en los últimos meses hemos sido testigos de lamentables hazañas relacionadas con temas de salud (deficiente calidad, nula prevención e inminente privatización de algunos servicios médicos), narcotráfico, educación, feminicidios, derechos sexuales, pobreza, migración, agricultura extensiva y transgénica (puertas abiertas a Monsanto en México dejando a lado la bioseguridad de cultivos de variedades convencionales, nativas y orgánicas), megaproyectos mineros (contaminación y daños a la población colaterales en diferentes estados del país), de generación de energía (no necesariamente energías renovables, sistemas de fractura hidráulica o fracking, hidroeléctricas y evidente corrupción en las licitaciones de explotación de Pemex), suministro de agua (proyecto Sonora SÍ y Monterrey VI por mencionar algunos), contaminación y sobre explotación terrestre y marina. La lista se hace interminable cada vez, lo único que las hace evidente y las une entre sí es que son resultados de mecanismos de poder centrados en la vida en donde no solamente nos afectamos como especie sino que generamos una cascada de estragos con efecto multiplicador por doquier.

Imagen: Owen Perry

Fue curioso cómo al estar leyendo Historia de la sexualidad de Foucault  con un objetivo totalmente distinto vine a encontrar conexiones con acontecimientos socioculturales, económicos e incluso de justicia ambiental que acontecen día a día en nuestro país. Básicamente Foucault reafirma que en la sociedad moderna los mecanismos del poder se dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que refuerza la especie, necesidades fundamentales, su vigor, salud, raza, porvenir de la especie, vitalidad del cuerpo social, etc., y fue resultado del ejercicio de bio-poder presentes en todos los niveles del cuerpo social y utilizadas por instituciones como la familia, escuela, ejército, policía, medicina individual o administración de colectividades por medio de las disciplinas del cuerpo (educación, aumento de aptitudes, utilidad, docilidad e integración en sistemas de control eficaces y económicos) y las regulaciones de la población (nivel de salud, nacimientos, mortalidad, duración de la vida, longevidad, relación entre recursos naturales y habitantes).
            Por milenios las epidemias, el hambre, las pestes y las violencias constituían las amenazas profundas en donde la muerte era un ente presente en la historia de nuestra sociedad por la constante presión biológica. Al paso del tiempo, el mejoramiento de las técnicas agrícolas, el aumento de los recursos  y la productividad y el desarrollo de los conocimientos en torno a la vida en general propiciaron que el hombre occidental aprendiera a ser una especie viviente en un mundo viviente con probabilidades de vida, condiciones de existencia y salud individual o colectiva donde por primera vez en la historia se apreciaba un relativo dominio sobre la vida que trajo consigo el control del saber y la intervención del poder que tomen en cuenta los procesos de vida para emprender la tarea de controlarlos y modificarlos.

Imagen: The Philanthropis, Sam Green

En nuestra era el hambre sigue existiendo, así como los riesgos biológicos, ambientales, epidemiológicos, cambio climático, etc., pero el punto es que nuestra especie entra como apuesta del juego en sus propias estrategias políticas penetrada por sus técnicas de saber y poder, ya que lo biológico se refleja en lo político y empezaron así a proliferar tecnologías políticas para invadir el cuerpo, la salud, las maneras de alimentarse, de alojarse, las condiciones de vida, etc., en pocas palabras: lo viviente cuenta con una connotación de valor y de utilidad.
            ¿Qué nos queda entonces como ciudadanos ante esta realidad vomitada en la que somos simples sujetos victimas y reproductores de las estrategias políticas que atentan contra nuestro ser viviente? Las respuestas podrían ser muchas o nulas, ingenuas, utópicas, apáticas, filosóficas, conformistas, académicas, sarcásticas, vale madristas o al gusto; el punto es que a todos nos afecta y nos molesta en algún momento y ante nuestra trágico-cómica realidad no sabemos ni a dónde voltear.
            Ante tan evidentes estrategias de poder en todos los ámbitos podríamos exaltar la importancia de lo que como ciudadanos puede devenir en la búsqueda –en primera instancia- de una tendencia a la igualdad.
            En palabras de Rodríguez Araujo: “Igualdad no quiere decir eliminación de los desiguales, que es un principio totalitario, sino la igualdad que respeta las diversidades, la que en las diferencias acepta y respeta a todos como personas o grupos en un marco de no dominación”.
            Nos han vendido la idea que con democracia formal en la que existe pluralidad de partidos y alternancia en el poder es la solución a los problemas de un Estado-Nación cuando, paradójicamente, el aumento de las desigualdades sociales, pobreza y conflictos socio-ambientales no han cesado, ¿verdad México?
            Aunque en el ámbito formal de la ley todos los ciudadanos somos iguales, en cuestión práctica esto se convierte en una falsedad, por lo tanto la democracia formal no es sinónimo de tendencia al igualitarismo. Si bien, una característica de las doctrinas y movimientos de izquierda es su tendencia al igualitarismo, en México no podríamos apostarle a cualquier partiducho político –aunque se auto denomine de izquierda- por carecer de principios y coherencia con esta ideología; ya hemos sido testigos de la prostitución política y cinismo a la que se ha llegado. En cambio, la derecha tiende a reforzar las diferencias y dominación entre grupos sociales que le son propias y convenientes para asegurar la preservación del poder que beneficia a cierta élite y clase política/empresarial.

Imagen: Head in the clouds, Alicia Savage


Una política que tienda al igualitarismo con inclusión y tolerancia, independientemente de cultura, religión y formas de vida, que apueste a un desarrollo económico con distribución de la riqueza y conciencia ambiental pareciera mucho pedir, un sueño guajiro si así se le quiere considerar, ¿pero cuándo seremos capaces de exigirlo, de promoverlo? ¿Existen otras manifestaciones democráticas fuera de la formal en México? ¿La democracia es la única alternativa ante nuestra compleja realidad?  ¿Podremos mejorar en algo? … Ya veremos cuándo y de qué manera empezaremos a reflexionar y participar como sociedad en los asuntos de nuestra competencia sin esperar en que los gobiernos -sin compromiso- por los que votamos se dignen a trabajar en las propuestas -sin compromiso- que nos prometieron a los ciudadanos -sin compromiso- que representamos.

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